Recuerdo la primera vez que sentí un miedo profundo a los siete años, no sabía a dónde llegaría el día de mi muerte al cielo o al infierno, esas eran las dos opciones que dijo un sacerdote en la misa semanal del colegio católico donde estudiaba, me perturbaba la idea de morir y más aún que había detrás de la muerte. Al llegar la noche le pregunté a mi papá -¿Papi cómo puedo llegar al cielo cuando muera? Y respondió –Piensa en todo lo malo que hiciste, arrepiéntete por el daño que causaste, pide perdón, y no vuelvas a cometer esos errores. Ten en cuenta para tu vida que hay que tratar de mantener armonía en el hogar, la escuela, el trabajo, puedes decir lo que quieras y no ofender a nadie, todo está en cómo decirlo.
Y crecí pensando cuando estaba frente a un momento de conflicto -¿Cómo logro la armonía?, que difícil si todos en nuestro ser vivimos en una constante lucha amor versus odio, perdón versus rencor, alegría versus tristeza, así es la vida sentimos y hacemos lo que queremos, cada quien elije ser feliz o infeliz.
Con el tiempo descubrí que mi papá más que de mi entorno, hablaba de mi interior, de la armonía en mi corazón, de luchar por sentir paz dentro de mí, para poder transmitirla al mundo.
Sigo con mi lucha porque a final de cuentas, solo el amor puede llenarme de humildad, bondad y paz, sigo luchando porque todo es cuestión de voluntad y de no permitir que me envuelva la fría maldad.
Y crecí pensando cuando estaba frente a un momento de conflicto -¿Cómo logro la armonía?, que difícil si todos en nuestro ser vivimos en una constante lucha amor versus odio, perdón versus rencor, alegría versus tristeza, así es la vida sentimos y hacemos lo que queremos, cada quien elije ser feliz o infeliz.
Con el tiempo descubrí que mi papá más que de mi entorno, hablaba de mi interior, de la armonía en mi corazón, de luchar por sentir paz dentro de mí, para poder transmitirla al mundo.
Sigo con mi lucha porque a final de cuentas, solo el amor puede llenarme de humildad, bondad y paz, sigo luchando porque todo es cuestión de voluntad y de no permitir que me envuelva la fría maldad.
Susan Duarte